sábado, 9 de febrero de 2013

El tierno burgués que todos llevamos dentro

Ocurre en ocasiones que siento una enorme preocupación por el negocio o empleo de los demás. Siento enorme empatía por la muchacha que encuesta en el callcenter, deseando que pronto se libere de tan infeliz ocupación. Siento simpatía por los volanteros, siempre que no estén en su juventud, porque creo que son los que, como mis padres, no han tenido oportunidad de apreciar los favores de una carrera y ahora deben realizar tareas que, desde mi visión cultural (me han comentado que, al parecer, para mí la cultura lo es todo) son humillantes.
Pero hay otras ocasiones en que el sentimiento me inunda y obsesiona por días enteros. Pongo este volante como representación de esos momentos, aunque en este caso lo conservé por interesarme el servicio que ofrece. Quisiera contar sobre un volante que me fue entregado por una muchachita en Bialet Massé, provincia de Córdoba. La disposición de sus gráficos a todo color era horizontal. En él se mostraba una esfera hecha de rejas, a la que cualquiera llamaría La Esfera de la Muerte, y la imagen rezaba "Vértigo". Al costado, un ilusionista sostenía una mujer, también en posición horizontal, en el mismísimo aire. El circo promocionado lleva el nombre de Sathany. La primera reacción al leer el nombre fue la risa, ya que lo relacioné con el Diablo. Del reverso, las letras eran azules. Usaron la tipografía de Disney para anunciar que sus shows están al nivel del parque de Miami que los niños tanto anhelan. Afirmaban que en caso de lluvia hay doble función. Y a un costado, como si fuera lo menos importante, recomendaban "No deje de verlo". Me trataban de usted, con sumo respeto. Prometían demasiado. Pretenciosos, me dije, pero guardé el volante.
Vuelta a Buenos Aires, lo encontré en el bolsillo de mi mochila. Aplastado. Sentí que mi trato al volante era una completa falta de respeto a la dedicación que aquel grupo circense había puesto en promocionar su espectáculo. Releí la propuesta y acabé por sentir autodesprecio. ¿Por qué no fui a ver su show? Sin importar el estado del clima, sin importar si eran o no pretenciosos. Decidí abrochar el volante a mi diario íntimo y maldecirme por no haber formado parte de lo que es el Disney argentino. Esos motociclistas que arriesgan su vida, en caso de lluvia, dos veces por día, a quienes nunca conoceré, cuyas virtudes no presencié. Esa mujer flotante que se pone en manos de un mago, cuyo cuerpo jamás veré levitar. Mickey y el Sapo Pepe por tan sólo $39 la platea menor. ¡Los mejores payasos chilenos! ¡Bailarines de malambo! ¡El Péndulo Fantástico! ¡Perdón, Circo Sathany! ¡He subestimado tu gloria y tus esfuerzos! ¡Me burlé de tu nombre y tus atracciones! ¡Cinco mil veces, perdón! Debí haber formado parte de todo tu esplendor. No conlleva un solo gramo de ironía mi comentario. De veras siento asco por haber salteado esta visita obligada, como si se tratara de ir a la costa y no pisar la arena en la playa. Tantos talentos reunidos para recibir aplausos y yo, consumiendo música y tragos en un bar temático, o jugando Tutti Frutti con categorías exóticas en el departamento. Con las cejas entornadas en señal de pedir piedad, escribo estas líneas. ¿Y si fueron muchos los que, al recibir ese volante, subestimaron sus proezas? ¿Y si las funciones contaron con un máximo de 40 espectadores? Jamás podría perdonarme que el circo abandone la actividad por culpa de la necedad de la audiencia.
A veces me sucede también con locales ubicados en calles donde su fracaso es seguro. Paso por su puerta y deseo cruzarla para confirmar mi apoyo. Pero no lo hago. Luego veo el cartel de "liquidación por cierre" y siento una honda pena. Eso da paso al cartel de "se alquila" y presiento la angustia por el emprendedor que lleve su propuesta a ese local y deba, inevitablemente, ver su derrota. Quiero gritar y advertir "¡No es buena zona para un comercio!". Pero nada hago. Y el ciclo se repite ante mi impotencia.
Después miro el cielo y me imagino el espacio sideral y los satélites, y voy más lejos, hasta Plutón, el pobre planetoide desplazado del Sistema Solar, y sé que ni siquiera mis problemas de niña eternamente enamorada del amor son relevantes.

10 comentarios:

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