miércoles, 23 de abril de 2008
Los Piojos
López está en mi billetera. Me saluda cada vez que pido el boleto del tren, o cuando compro los puchos, o cuando nomás lo quiero mirar un rato. Hoy fui especialmente a mirarlo porque me ando rascando la cabeza. El que trabaja con niños amanece empiojado. López es mi esposo, ya lo sepa él o no, ya acueste su cuerpo con la rubia platinada cada noche o juguetee con Joaquín alrededor de la casa. Hola, López. Buen día, López. Buenas noches, López. ¿Acaso es tan espantoso mentirse un rato con estas tonterías? Dame un beso, Claudio. Estando en el romance, se inmiscuyó Andrés Ciro. Lo miré con cara de pocos amigos, preguntándole con los ojos qué demonios estaba haciendo ahí. Dijo: "Oo-pa-pa-pa-oo-pa-pa-oo-pa-pa-oo-pa-pa-aaaah" y luego toda su banda se iluminó tras su presencia y comenzaron su canción. De cejas inclinadas, López y yo observamos la escena. Me rasqué la cabeza en confusión. Espanté una mosca imaginaria y la canción acabó. La banda desapareció. También Andrés. López, dame un beso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hummm! Está bueno. De vez en cuando pasar el peine fino aclara las ideas.
Beso.
Publicar un comentario