Ahora que hace frío, el fumador urbano se ve pisoteado por las regulaciones que corren en la Ciudad Autónoma. Para tomarse un tibio café y dar una linda pitada, hay que cruzar la Gral. Paz. O el puente del Bingo Avellaneda. Los fumadores de provincia son distintos. Parece que ellos sí tienen derecho a destrozarse los pulmones delante de la gente. Y destrozar los de otros que no fumen. Acá, no. Acá hay que mandarse a mudar a la vereda. ¿Saben qué? Hace frío. No quiero prender a mi amigo y que se lo fume el viento. No quiero ser una fumadora trémula junto a la parada de un bondi que no voy a tomar. Quiero bares, cafés y restoranes exclusivos para fumadores. Aunque una vez estuve en un salón exclusivo para echadores de toxinas y fue irrespirable...
¿Alguna vez fueron a Ezeiza? Después de hacer el check in hay unos fumaderos llenos de publicidad de puchos ricos. Yo entré. Adentro había otros enfermos que no toleraban la idea de horas sin fumar. Uno trata de tener sueño, como para dormirse apenas uno se sienta y no tener que soportar la cruel espera. Ahí estábamos, mirándonos la cara viciosa, entrando y saliendo de la cámara de humo. Estaba bueno. Bueno, no.
Una vez acompañé a mi mamá a la verdulería y reí varios minutos al leer un cartel que decía: "Acá no fumes. Fumá en tu casa".
3 comentarios:
En general, cuando parece ser más un deber que una necesidad existe un justificativo tácito en la sociedad. Como si las necesidades no fueran necesarias.
Yo te banco.
Un beso :)
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Jaja, en mi grado la gran mayoría fuma y siempre hay alguno que no aguanta y en un recreo o en plena clase se prende un pucho, uno va a la puerta a hacer campana y se quedan adentro fumando, en días que mucho no aguanto me quedó un cachito, dos tres pitadas y gudbai no quiero amonestaciones, sino mi mamá me pega (?
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