martes, 2 de noviembre de 2010

Que se abran las puertas del Champs-Élysées (que no tiene puertas...)

De un tiempo a esta parte, me gustaba tener llaveros llamativos. Tuve una All Star en miniatura y también un bichito simpático. Hasta hace poco tenía un llavero comprado en Tilcara, chato, con un estético cactus dibujado en tres colores. Lo compré en las últimas vacaciones, cuando estábamos juntos.
Para seguir adelante, saqué ese llavero y puse uno que me obsequió C. P., una alumna encantadora de 4to grado. Resulta que la linda y su familia se fueron a Europa y me trajeron una torre Eiffel, como para que los envidie y, por qué no, para que me ponga un objetivo vacacional más elevado que la Puna.

Ahora, miro la torre Eiffel y me digo que he llegado más lejos, he andado más kilómetros, he tropezado bastante pero todo porque tenía que aprender a andar. Sí, tenía que aprender. Todavía no rendí examen y, anoche, casi me caigo, pero no, acá estoy, de pie y lista para seguir andando.

Gracias, torre Eiffel y C.P.

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