Para seguir adelante, saqué ese llavero y puse uno que me obsequió C. P., una alumna encantadora de 4to grado. Resulta que la linda y su familia se fueron a Europa y me trajeron una torre Eiffel, como para que los envidie y, por qué no, para que me ponga un objetivo vacacional más elevado que la Puna.
Ahora, miro la torre Eiffel y me digo que he llegado más lejos, he andado más kilómetros, he tropezado bastante pero todo porque tenía que aprender a andar. Sí, tenía que aprender. Todavía no rendí examen y, anoche, casi me caigo, pero no, acá estoy, de pie y lista para seguir andando.
Gracias, torre Eiffel y C.P.
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