domingo, 13 de febrero de 2011

Nunca jamás

Como acostumbra, el 67 está lleno hasta las bolas; vienen tres unidades juntas cada media hora. Sorteando los bolsos y carteras que me apoyan en el culo, llego finalmente al final, donde hay menos movimiento y más ruido de motor. Me acomodo, de dorapa, junto al asiento individual de la rueda posterior izquierda. Allí está sentado un señor que, luego de mirarlo bien, es un muchacho.
El joven luce unos dos, tres rollitos abdominales bajo su remera naranja y el cinto de su jean. A juzgar por sus rasgos duros y su piel amarronada, podría ser jujeño o boliviano. Decido hacer de cuenta que leo y escucho su conversación:

- ¡Ja, ja! Vos sos... sos malo, ¿eh? (...) ¿Fuiste al Sodimac? Hay muchas más cosas que en Easy, más variedad, de marcas, y eso. (...) No, ¿sabés que no había ido nunca el chabón? Lo llevé y estaba como... en el paraíso.

Hasta ahí, lo juzgo albañil, plomero, pintor, qué sé yo. Me digo "la mala sos vos, etiquetando gente". ¿Eso es maldad? Pero también lo juzgo interesante: pienso "me gustan las palabras que elige". Miro dentro de la bolsa que lleva a sus pies y veo un traje de enfermero. Me cierra que sea pincha-culos, pichicatero, chismoso. Me cae bien.

Faltan dos cuadras para bajarme y quisiera seguir escuchándolo todo. Pero me abarca un horrible, denso, caldoso pensamiento minitah y me declaro mentalmente:

"Qué lástima que nunca jamás vayas a estar con un tipo así. Puede ser interesante, inteligente, copado, amarte con coherencia y hacerte feliz pero no te vas a enterar. Porque, siendo todo eso y más, vos querés un tipo que se parrrrta en mil pedazos y que sea objeto del deseo internacional porque si tu novio es feo, son contados los días hasta que lo cagues. Y te olvidás de que si el chabón está así de bueno, te va a cagar él primero."

A continuación, aparecen todos los espectros que dicen que la reciprocidad amorosa no existe, o quizá, se esconde de mí. Y recuerdo, a regañadientes, que no estoy esperando a El Príncipe Azul. Que esté bien dondequiera que esté y se cuide mucho, hasta el día en que lo quiera conocer.

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