jueves, 10 de julio de 2008

La prueba del delito

Ayer cumplí 29 años. Aún no le digo a mi padre que soy fumadora.
Como es acostumbrado en una familia de padres que se desprecian, mamá vino el 8, pasó la noche del 9, nos levantamos, se fue, fui a lo de mi abuela y después esperé a mi papá para cenar. Un feriado en el que una, por celebrar con la familia hacerse más vieja, no descansa. Me apuré a fumar un pucho antes de que llegara, escondí el cenicero encima del lavarropas ("¿qué puede hacer papá entrando al lavadero?") y tiré Poett Frescura Frutal en todos los rincones de la casa. Llegó él, le convidamos capelettinis con esa salsa fabulosa que hace mi señor, y le mostré algunas fotos del viaje a Catamarca. Después, la sobremesa, hablando del dueño de Hertz que está al lado del garage donde papá trabaja ahora. Y mientras papá hablaba de los amantes de la velocidad y objetos perdidos, lo vi: el encendedor, blanco y radiante como novia, encima del mantel.

3 comentarios:

Hilario González dijo...

Ajajajaja! Muy buena crónica. A veces los detalles no nos dejan ver lo fundamental.

Un beso.

Chota dijo...

Si serás bolú querida!

Chota dijo...

Si serás bolú querida!