Volvió la Dra. A de sus vacaciones. Allá fui a contarle todo lo que pasó. Primeramente, la pérdida de mi trabajo. Se sorprende, me pregunta por qué. Le cuento lo mismo que me dijeron ellos: "Sos muy buena maestra, se nota en tus planificaciones, en tus evaluaciones, en cómo fomentás la lectura entre tus alumnos, pero hay algo de vos que no nos cierra: es ese tono informal que tenés... ¿Vos te das cuenta de que esto es así?" La Sra. Directora de la Fundación y de la Vida Misma (así lo cree esta Sra.) deja un silencio entre nosotras, y en ese silencio yo me ví escribiéndole "bestia" en la mano a A.E., me ví pegándole una barba de papel higiénico a F.P., me ví diciéndole a A.G. que ya va a saber cuándo es el momento indicado para besar a una chica, y SÍ, me doy cuenta.
-No, no me doy cuenta - le contesté.
Dice la Dra. que como argumento es muy pobre. Yo le digo que para mí también. "¿Hacés un mea culpa?", me pregunta. Sí, admito la culpa de amar a esos chicos tanto que bajo a su nivel. Pero ellos creen que es bajar: yo creo que es subir. La Dra. me recuerda que yo desprecio a los adultos por aburridos, predecibles. Que no logro establecer lazos duraderos ni fuertes con adultos. Le digo que sí: que con mi mamá, con mi hermana, con mi padre... Eso no vale, claro.
Le cuento que yo le escribí "bestia" en la mano a A.E. porque somos amigos y él sabe que es una humorada y no un insulto. Le digo que cada mediodía almorcé en la compañía de 4to, 5to, 6to o los chiquitos que ni habían sido alumnos míos. Le digo que ví Toy Story 3 y que la lloré de punta a punta; que la vimos con mi Roger, que es mi Woody y yo su Andy. Le cuento de mi relación informal ("infantil", dice la Dra.) con un chico de 20 años. Y cada cosa que digo, dice de mí que soy una niña. Aunque yo uso el término "pendeja de mierda".
Es evidente: no quiero crecer. Porque ya se me pasó la edad para haber crecido. Le digo que siento que para la sociedad soy útil, que soy independiente, que quiero laburar y no rascarme el higo, que soy puntual y nunca falto, que quiero tener un auto (ella remarca que quiero un auto, un yo, una autonomía) pero que para todo lo demás quiero ser una niña, reírme y jugar. ¿Eso está bien, Dra.? ¿Está tan mal? Ella no me responde. Mira el reloj. Me dice que la próxima seguiremos hablando de mi complejo de Peter Pan.
En algo avanzamos hoy: al menos, mi dramita encontró nombre.
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