"No gasten pólvora en chimangos", nos dijo una mañana la guía del viaje a Mendoza. Con mis amigas no parábamos de molestar a los ancianos que nos acompañaban en la travesía, ya sea recordándoles los peligros de la Alta Montaña, o con el barullo propio que estorbaba tanto. Y la verdad que cuando llegamos a 4200 m.s.n.m. yo seguía carcajeando y hasta me fumé un pucho. El único inconveniente me resultó ser el viento.
En verano me fui a Humahuaca. Con mi marido, en auto. Él venía medio agotado de manejar, lo cual no debía implicar ningún tipo de mareo. Cuando llegamos a la placita donde está la iglesia, se ve, imponente, el mestizo del monumento a los héroes de la Guerra de la Independencia. Para acercarse a la estatua, hay que subir escaleras. Varias. Humahuaca se encuentra a 2900 m.s.n.m. Poca cosa para mí. Me fumé un pucho y subí las escaleras. Mi marido me miraba y fotografiaba desde la base, envuelto en vértigo y con los oídos tapados.
Lo mejor de todo es que no usé el puff. Me pregunto: ¿mi asma es menor, yo soy valiente o mi marido ya es un gran fumador pasivo?
3 comentarios:
¿Hay que responder la pregunta?
Apuesto por la valentía, pero también hay algo que pasa en los viajes cortos, y es que uno no termina de irse de la ciudad y si no hay ascensor no se sube.
Linda forma de conectar anécdotas.
Lo único que se, es que tenés que dejar ese vicio, gomaaaa...
Escuchá el mensaje de Sandro, que aunque vos, decís que el tipo supo cómo vivirla, parece que ahora le dan ganas de seguir y no le dan sus pulmones muertos...
No seas, Golphaaaa...
Ponete las pilassss!!
Te quiero, MUCHO, pero MONTÓN!!
Gracias por fumar.
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