jueves, 7 de julio de 2011

¿Sabrá tu novia que escuchamos BsB?

Subo al 67 casi inmediatamente después de un rápido viaje en 44. Dejo la música apagada en mi celular, porque ya me vi demasiado apasionada en el viaje anterior. La gente me mira cuando hago eso. Es incómodo.

Él se subió en Cabildo y Juramento, literalmente, porque el bondi se pasó de la parada, pero igual se detuvo ante su mano. Lo oí decir gracias y pedir el importe. Lo observé: flaco, barbudo de barba renegrida, joven, campera a cuadritos Príncipe de Gales, auriculares en las orejas. Tenía ganas de preguntarle qué estaba escuchando, y se me ocurrió que lo mejor que podía hacer era desear fuerte que se sentara al lado mío. Empezó el camino por el pasillo del 67 y casi eligió el lugar para discapacitados, ahí, frente a la puerta central. Pero divisó todos los espacios vacíos en el fondo y mi deseo se hizo realidad.

Se acomodó a un asiento de distancia, contra la ventanilla izquierda. Miré el color de sus auriculares: blanco. La música no provenía de su celular, porque lo tenía en mano y sin cables. Provenía de un aparato en su bolsillo, seguramente un i-pod. Jugaba con su celular mientras llegaba a mis oídos su selección musical. Era algo por demás conocido. Amado. Ese sonido pop de finales de los '90. Sí, yo los reconozco al instante. Son mis chicos. Sí, ese barbudo de barba renegrida estaba escuchando Backstreet Boys. Estaba escuchando "Larger Than Life", aquel éxito dedicado a las fans que abre el disco "Millennium", de 1999.

A partir de que él estuviera escuchando música que amo, se gestó entre él y yo un momento íntimo del que quizá él no tuviera registro alguno. ¿Se estaría dando cuenta de cómo tarareaba yo, y de cómo repasaba mentalmente la coreografía? ¿Sabría él que yo veía a Brian, Nick, Howie, A.J. y Kevin vestidos en cuero negro, bailando en una nave espacial de cotillón? ¿Supondría él que en mi movimiento de labios estaban las letras que coreé una y mil veces en casa, en la calle, en recitales?

Al pasar por Olázabal y Crámer, comenzó "I'll Never Break Your Heart", lento creado con el solo fin de conquistar corazones débiles. Seguramente, el corazón del impasivo barbudo era frágil. ¿Qué hombre que se llama a sí mismo rudo puede estar escuchando Backstreet Boys en su etapa romaticoide naif? Pero a mitad de canción la cambió por "The Call". The Call es, actualmente, mi ringtone. Quería que alguien me llamara, como para hacerle entender que estábamos compartiendo ese momento tan privado: privado de palabras que aclararan que se estaba compartiendo un momento; privado de la comunicación que aclarara que entre él y yo había una pasión oculta, enorme, y que cinco expibes nos estaban uniendo a través de melosidades. Quería preguntarle si había ido al Luna, si los escuchaba para entender algo de alguna mina, o si realmente le gustaban al punto de ser tan buen cantante como ellos, o ser tan puto como algunos bailarines que bailan tan genial.

A la altura de Balbín y Núñez, se subió al 67 una pasajera. Noté su presencia, la vi sonreir con sus ojos apuntando al fondo del colectivo. El barbudo apagó la música, dejando los auriculares a un lado, junto con su campera Príncipe de Gales. La chica se acercó a él y lo besó en los labios. ¡La novia! ¡¡¡La novia!!!

¿Sabría ella que yo acababa de intimar musicalmente con su novio? ¿Sabrá ella que su novio escucha Backstreet Boys? ¿Sabrá su novia que escuchamos BsB?

Me bajé del 67 con la certeza de que los Backstreet unen personas. Aunque una de las partes ni se de cuenta. Y que es divertido que una situación leogarcística me haya sucedido esta noche.