Me gusta viajar en el primer vagón para ser la primera en salir del andén. También me gusta agarrar la barrera baja y cruzar delante de los 42 y 63, taxis, autos y motos que esperan de ambos lados de la vía.
Esta vez, tuve que correr al maldito tren porque, de perderlo, tendría que esperar unos veinte minutos hasta que pase el próximo. Me subí al último vagón y me animé a caminar hasta el vagón anterior al furgón. Mis papás me enseñaron a no atravesar ni permanecer en el sucio y temido furgón. Bajando en la mitad del tren, sin oportunidad de agarrar la hermosa barrera-semáforo baja, me tomé mi tiempo y prendí un cigarrillo. Detrás de mí, apareció una voz masculina. Dijo:
- ¿Me darías fuego?
- Sí, claro.
Lo miré bien. Pantalón negro, camisa roja y corbata negra. Recordé esos lindos posters promocionales de Cuentos Borgeanos, con el mismo atuendo, con esas caras deliciosas y sus bellos pelos castaños. La versión de elegancia que me pedía un encendedor peinaba muy pocas cabellos y todos rubios. Le di fuego al falso Borgeano.
Seguí caminando, con la risa contenida, y miraba en los vidrios de las esquinas a ver si venía detrás. Venía. Ya con la sonrisa en la boca, crucé Cabildo y saqué el celular del bolsillo. Puse modo "cámara" y apreté.
Llegué a casa y me cagué de risa.
4 comentarios:
Jajajajaja qué copado!
Que vuelva, que vuelva esa época!...
De divinez de vestimenta y elegancia...
Mmmm...
Aguante Papurris!
Qué sociable el borgeanito ese!!! Hablaba con todos!!!
Jaja, que copado los borgeanos ;)
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